
Sábado 14 de junio de 2025, p. a12
Una nueva grabación de la Segunda Sinfonía de Wynton Marsalis nos conduce a la revisión de la escritura orquestal de este notable trompetista y pensador.
A la discografía descomunal de Wynton se suman océanos de música sinfónica que ha escrito entre sinfonías y conciertos orquestales.
Cuatro sinfonías recias, atractivas, fascinantes, están al alcance de los escuchas aunadas a la robusta producción de Marsalis para la orquesta de la que es titular: Jazz at Lincoln Center.
La novedad discográfica que hoy nos ocupa está protagonizada por la Detroit Symphony Orchestra, dirigida por Jader Bignamini y con la participación de Wynton Marsalis.
Dura lo que una sinfonía de Bruckner, una hora y un minuto, y está dividida en siete movimientos, el primero de los cuales comienza en una marcha apenas audible pero que va creciendo en intensidad hasta que la orquesta comienza a volar en un swing cuyos ímpetus moverán la obra entera.
La Segunda Sinfonía de Wynton Marsalis es conocida como Blues Symphony porque está tejida con la secuencia de notas que caracterizan al blues.
Esa secuencia suena en Born in Hope, el primer movimiento de la sinfonía, y se desliza hacia el segundo tiempo: Swimming in Sorrow, con momentos fulgurantes, mucho swing y una personalidad sonora que acusa las fuentes en las que abrevó Marsalis para escribir esta obra.
Esas fuentes constituyen la identidad musical de Estados Unidos, no solamente la música negra, sino la personalidad sonora que se ha delineado con el trabajo de compositores tan disímbolos como unitarios en cuanto al sentido de lo identitario.
Ese linaje de compositores tiene a Charles Ives (1874-1954) como el pionero y es el autor que está presente en las sinfonías de Wynton Marsalis pero de manera menos evidente que otros que nombraré a continuación.
Y no es evidente porque la personalidad de Charles Ives es como una gran abstracción, la puesta en vida de lo nacional pero, válgase la expresión, sin nacionalismo. Recurrió a temas folclóricos nativos pero lo suyo era la experimentación. Escribió cuatro sinfonías y es un referente cuyas líneas de trabajo fueron continuadas por otros compositores estadunidenses muy importantes, entre ellos Henry Cowell y Elliot Carter.
La elegancia de la música de Charles Ives, decíamos, no es un elemento que resulte muy evidente en las sinfonías de Wynton Marsalis, salvo en su rasgo distintivo: la elegancia.
La influencia que sí es de inmediato identificable en las sinfonías de Marsalis es George Gershwin, autor blanco de música negra, gran recolector de spirituals, gospels, tradiciones culturales que están presentes en todas sus obras.
Muchos momentos de las sinfonías de Marsalis tienen esa presencia de Rhapsody in Blue (que en la práctica es Rhapsody in Blues), de Un americano en París y mucho, pero mucho de Porgy and Bess.
Hay otras influencias notorias en las sinfonías marsalinas, entre ellas en primer lugar la música de Leonard Bernstein, en especial su gusto por la música latinoamericana, el mambo, el danzón, la música cubana en general.
Otra presencia notable: Aaron Copland, sobre todo en el encabalgamiento de pasajes de gran viveza, colorido y efectos neuronales. Harta dopamina.
Esta identidad cultural vigoriza aún más el discurso sinfónico de Marsalis, tan rico en sutilezas, uso diestro de la sección de cuerdas y una presencia contundente de su orquesta Jazz at Lincoln Center.
El autor, Wynton Marsalis, dice lo siguiente acerca de esta obra: “The Blues Symphony es un trabajo en siete movimientos que otorga una identidad sinfónica a la forma y sentimiento del blues. Utiliza particularidades regionales y estilísticas de ese lenguaje y le da forma para convertir el punto básico del sentimiento del blues en música: cuando lloras, gritas, para aliviar momentos difíciles, tocas blues para aminorar la pena y cuando bailas y encuentras compañía en una base rítmica, llegan tiempos mejores. Mientras más honda la pena, más profunda la vibración rítmica”.
Explica: Estoy convencido de que existe una conexión orgánica entre todas las tradiciones orquestales de Occidente sin importar qué tipo de instrumentos se utilicen, de manera que una orquesta sinfónica puede transmitir con claridad tradiciones culturales en cualquier formato que adquiera, así que puede tomar vuelo en swing, tocar blues, entablar improvisaciones melódicas y llevar a la práctica los pasajes de virtuosismo del jazz junto a la música vernácula con absoluta autenticidad
.
Es así que en esta Segunda Sinfonía de Marsalis identificamos con claridad la música afroestadunidense del siglo XIX, el gospel, marchas fúnebres de Nueva Orleans, y el célebre shout del blues, en una nota sostenida en trompeta.
Es tal la raigambre cultural de las sinfonías de Marsalis, en especial esta Segunda Sinfonía, que escuchamos con claridad espejeos de la Novena Sinfonía que el checo Antonin Dvorak escribió durante su estancia en Estados Unidos y apodó Sinfonía del Nuevo Mundo.
Las capacidades de instrumentador de Wynton Marsalis resisten toda prueba. Desde el movimiento inicial, el uso de las cuerdas en equilibrio con la sección de alientos-maderas, que es una constante en el sinfonismo histórico, produce estancias sonoras que justifican el apellido sinfonista para Wynton.
El tercer movimiento, Reconstruction Rag, evoca las marchas y polcas de circo y la música de salón del antiguo Nueva Orleans. No falta, desde luego, esa impronta de toda la música de blues: el sonido lejano de un tren. Hay también momentos que evocan el poderío musical de Jelly Roll Morton.
El mejor momento de la Segunda Sinfonía de Marsalis ocurre en el Sexto Movimiento, cuyo título lo dice todo: Danzón y Mambo, Choro y Samba. Pura sabrosura.
Al escucharlo, asociamos de inmediato a los pasajes de danzón y mambo de Leonard Bernstein y Arturo Márquez. Alientos metales y percusiones y un silbato insistente que nos conducen a la samba y al choro, siendo choro (ó chorinho) un género musical instrumental popular y tradicional que se considera como la primera expresión musical verdaderamente brasileña.
Es un género alegre y rápido, con fuerte énfasis en la improvisación y el virtuosismo y la síncopa.
El choro surgió en Río de Janeiro en el siglo XIX con la fusión de músicas europeas como la polca con ritmos africanos y tradiciones brasileñas. Tenemos en el legendario Pixinguinha al máximo representante del género y al compositor Heitor Villa-Lobos como el autor de 14 choros para salas de concierto.
Esa combinación de Pixinguinha y Heitor Villa-Lobos explica en buena parte la condición de sinfonista de Wynton Marsalis: un músico de jazz, es decir, un género de origen popular y una condición de músico académico, condición sine qua non para escribir sinfonías.
Marsalis comenzó a escribir sinfonías en 1999, cuando estrenó Su Sinfonía núm. 1, All Rise, por encargo de la Filarmónica de Nueva York, y en ella mezcla el canto africano con la música de desfile de Nueva Orleans, el gospel, la música sinfónica de Occidente y la música latina, elementos todos ellos que estarán presentes en sus siguientes sinfonías.
Ya en esta página nos ocupamos de la Sinfonía Dos, en tanto la Sinfonía Tres, llamada Sinfonía del Swing es, según el autor, una meditación sinfónica
sobre la evolución del swing en un equilibrio entre una orquesta sinfónica y una orquesta de jazz tocando juntos. Es un repaso, también, a la historia del jazz, con énfasis en lo que Marsalis denomina low down
que representa, dice, la profunda sexualidad que surge de la música de Storyville, Nueva Orleans
.
La Cuarta Sinfonía de Marsalis data de 2019 y se llama La jungla porque está dedicada a la ciudad de Nueva York, la metrópolis más fluida, dinámica y cosmopolita que el mundo moderno haya visto jamás
, en palabras del compositor.
Así que la fama pública de Wynton Marsalis como el gran trompetista que es, crece cuando escuchamos sus cuatro sinfonías, donde lo vemos en plan solista, de director de orquesta y sobre todo de compositor, haciendo un solo universo a partir de las galaxias de la música sinfónica, la música de big band y el blues.
Este es Wynton Marsalis, el sinfonista.