o es la primera ni la última vez. El PSOE se ha visto inmerso en escándalos de corrupción, no como organización, sino cometidos por militantes que han disfrutado de puestos de dirección, cargos públicos y control del aparato. La secretaría de Organización ha sido parte del entramado. Alfonso Guerra y Felipe Gonzalez, tándem posdictadura, participaron en escándalos de financiación ilegal, malversación de fondos públicos, tráfico de influencias y crímenes de Estado, impulsando el GAL. En su descargo, diremos que durante los gobiernos del Partido Popular, con José Maria Aznar y Mariano Rajoy, ambos estuvieron implicados en tramas de corrupción. Ministros, como Rodrigo Rato o su tesorero Luis Bárcenas han pasado por la cárcel.
En todos los casos, las investigaciones e informes desarrollados por la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil (UCO) han sido relevantes para imputar a los responsables y sentarlos en el banquillo de los acusados. Sus denuncias afectan a partidos y personas. Los denunciados se han defendido contratacando. Los argumentos suelen coincidir. No me detendré en ellos. Tampoco en las descalificaciones. Sólo sirven para elevar el ruido bajo ¡¡¡y tú más!!!
En esta ocasión quiero llamar la atención a un hecho diferencial, en el cobro de comisiones ilegales de los implicados en el caso Koldo. Hasta 2019, los dos partidos hegemónicos, PSOE y PP, formaron gobiernos monocolor. Con mayoría absoluta, sin pactos y con mayoría simple, buscando alianzas puntuales para sacar adelante la legislatura. Sin embargo, los resultados electorales en 2019 abrieron una puerta, inaugurándose en España una nueva coyuntura política, los gobiernos de coalición. Dirigentes de Izquierda Unida y Podemos pasaron a formar parte del consejo de ministros, con el PSOE como fuerza hegemónica. Los acuerdos llevaron a La Moncloa a Pedro Sánchez. En estas circunstancias, el Partido Popular debió ajustar su estrategia. Su horizonte, ganar las elecciones de 2023. Con un discurso del miedo, enraizado en la inseguridad ciudadana, la inmigración ilegal y crítica a la ideología de género, hicieron oposición junto a Vox. Se los veían felices, pandemia mediante, de lograr su objetivo, pero las urnas le fueron esquivas. El PSOE, con Pedro Sánchez, forjó una nueva alianza parlamentaria y logró la mayoría para ser investido presidente. Para la derecha fue un golpe inesperado, y aquí nos encontramos. El PP y Vox, desconcertados, no han digerido su derrota, sólo atinan a negar la legitimidad del gobierno y a promover nuevas elecciones. En estos dos años han buscado la manera de derrocar el gobierno, hasta el momento sin conseguirlo.
José María Aznar indicó el camino y lanzó la proclama El que pueda hablar que hable; el que pueda hacer, que haga; el que pueda aportar, que aporte, el que se pueda mover que se mueva. Cada uno en su responsabilidad tiene que ser consciente de la situación de crisis en que estamos
. Núñez Feijoó, su partido y Vox unen fuerzas. El objetivo, acortar al máximo la legislatura. Para lograrlo, abusan de las instituciones donde están presentes y son mayoría, el Senado, comunidades autónomas, ayuntamientos; los medios de comunicación, las redes sociales, la acción de jueces que escuchan la proclama y hacen, se comprometen. El boicot al gobierno se generaliza.
En este contexto se ubica el caso Koldo. El PSOE ha puesto en bandeja al PP y Vox la posibilidad de subir los decibeles en su campaña desestabilizadora. No de otra manera se debe interpretar el discurso de Núñez Feijoó, conocido el cese del secretario de organización del PSOE, Santos Cerdán a consecuencia del informe de la UCO. Para Feijoó, Pedro Sánchez no tiene escapatoria. La corrupción le salpica. Lo acusa de ser el mayor corrupto de España, pero su relato pone al descubierto su debilidad. Habla para forofos. Sólo atina a pedir su dimisión y calificar su gobierno de ilegitimo. Sánchez y su familia son corruptos, su gobierno es corrupto y sus socios de gobierno son cómplices de corrupción. Él se ofrece para salvar España. Invoca su lealtad a la corona. En su frustración, por no tener mayoría parlamentaria a fin de presentar una moción de censura con garantías ni salir victorioso solicitando un voto de confianza, se justifica: No le daré un balón de oxígeno a este gobierno
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Por otro lado, el PSOE y Pedro Sánchez han sido superados por la trama de corrupción. En ella están implicados dos secretarios de organización, José Luis Ábalos y Santos Cerdán, el secretario y guardaespaldas de Ábalos, Koldo García y el empresario Víctor de Aldama, intermediario de las empresas deseosas de dar mordidas, cariacontecidos, entonan un mea culpa.
Sin embargo, para ser corrompido debe haber un corruptor. Esta trama, descubierta por la UCO, ha sido orquestada, también, por empresarios ávidos de pagar comisiones a cambio de firmar contratos millonarios con la administración. Las empresas comprometidas han sido invisibilizadas por el Partido Popular y Vox. Poco o nada se habla de la empresa del papel de Acciona y sus responsabilidades en el pago de mordidas.
A pesar del PP y Vox, no estamos en presencia de una crisis de gobierno. Pedro Sánchez pide perdón a la ciudadanía. Se siente traicionado por su hombre de confianza. Saca fuerzas de flaqueza. En su comparecencia pública disipa dudas: no habrá convocatoria anticipada de elecciones. La legislatura acabará en 2027. Busca minimizar daños. Puede ser un brindis al sol, pero ofrece, a corto plazo, restructurar la ejecutiva del partido, consensuar un nuevo secretario de Organización y llevar a cabo una auditoría externa para comprobar las cuentas. Sus socios piden acabar con la sangría. Exigen explicaciones, contundencia, algunos solicitan la comparecencia del presidente en el Congreso, pero mandan un mensaje al PP y Vox, seguimos apoyando al gobierno de coalición. ¿Pedro Sánchez podrá cumplir su palabra? El PSOE debe mover ficha.
Nada será igual hasta el fin de la legislatura. El PP y Vox no cejarán en el empeño de derribar el gobierno. Todo por decidir.