Opinión
Ver día anteriorJueves 19 de junio de 2025Ediciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Nos vemos en el cine
Foto
▲ Carlos Bonfil durante la grabación de una cápsula sobre la muestra internacional de cine de la Cineteca Nacional, 2017.Foto José Carlo González
Q

uerido Carlos: es miércoles 18 de junio de 2025, cuando escribo esto son las 13:03 de la tarde y acabo de enterarme de que ya no estás en el mundo, que a las 11 horas de hoy la muerte nos ha privado de tu palabra, tu voz, tu enorme conocimiento y tu admirable pasión por el cine, pero sobre todo nos ha quitado al hombre magnífico que eres –me niego y me pienso negar a la conjugación en pasado–, generoso como pocas personas me ha sido dado conocer, invariablemente cordial y sonriente, amigo de tus amigos, compañero y colega de quien, me urge decirlo, he aprendido tanto por lo menos durante las recientes tres décadas.

Otra cosa que debe ser dicha con urgencia y claridad: eres uno de los mejores críticos cinematográficos que este país ha tenido, poseedor de una sabiduría fílmica y no fílmica en la que has basado una capacidad de análisis envidiable, de la que muchos –si no es que todos– los que después de ti nos dedicamos a lo mismo, hemos abrevado como de un manantial inagotable. Leerte todas las semanas en estas páginas tan tuyas y tan nuestras ha sido un ritual gozoso; en este momento no tengo idea de qué se sentirá ya no hallar tus letras, tu crítica puntual a la película que hayas elegido para pormenorizar sus virtudes y sus defectos, el contexto en el que mejor pueda comprenderse, las analogías y parangones con los que la maravilla de ese fenómeno artístico en particular, y el cine en general, puede verse en toda su amplitud.

Te confieso que apenas puedo leer las palabras que escribo, las lágrimas me lo dificultan. Si pudieras verme posiblemente harías un mínimo y apenas perceptible gesto de reproche, como queriendo decirme que no debería; así de modesto y discreto has sido siempre, en lo pequeño y en lo grande, lo cotidiano y lo atemporal. Se me vienen a la mente mil cosas que decirte, se atoran en la garganta que es este teclado y me obligan a un silencio con el que quisiera explicarte, o mejor dicho reclamarle a la muerte, que no se vale, que es ella la que no debió visitarte, no todavía, porque te falta mucho, muchísimo por ver, traducir, explicar, compartir.

Hace mucho tiempo que habitas en las hemerotecas, querido Carlos, las de papel de los tiempos viejos y las actuales en cualquier formato y soporte, y ahora no tendremos más posibilidad que visitarte ahí, conversar contigo leyéndote y releyéndote, tomando entre las manos alguno de los libros que publicaste y, al pasar los ojos y la mente por tus palabras, escuchar tu voz pausada, serena, entusiasta, sorprendida o indignada cuando tocaba cada cosa.

No me despido, queridísimo amigo, colega, maestro; me niego a eso, y cada vez que esté frente a una pantalla en una sala volveré a buscarte en una butaca junto al pasillo, ahí donde te gustaba sentarte. No me importa gran cosa si la película es mala, buena, memorable, olvidable… Más me importa saber que tu espíritu no dejará nuestra querida Cineteca Nacional y tantos otros sitios donde los sueños se proyectan en un lienzo blanco.

Así que hasta siempre, querido Carlos, nos vemos en el cine.