Opinión
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Isocronías

Poeta de cantadores

J

uan Llanos Rodríguez (1899-1955) fue un reconocido músico y poeta popular, originario de Santiago Tuxtla, Veracruz, quien combinaba la actividad comercial con la de trovador. Con el apoyo de su esposa y su hija, se dedicó a distribuir sus coplas en hojas sueltas entre los cantadores de huapango de la región, mismos que “lo visitaban en su tienda para comprar los versos y aprender de él. A principios del presente siglo, Alec Dempster adquirió de Bertha Llanos, hija del poeta, una copia de la libreta titulada ‘Libro de poesías. Versos de amor’”, cuyo contenido, en edición de éste (también ilustrador) y de Raúl Eduardo González, constituyen el libro De amores y argumentos, publicado el año pasado por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y Anona Books, y en el cual, de casi 200 páginas, medio centenar se dedica a las valiosas introducciones de los editores y 135 a la obra (ilustrada) del veracruzano. Dempster hace memoria de cómo supo de Juan Llanos y se hizo de una copia del cuaderno respectivo y González ofrece un panorama de la vida, el oficio y la obra del tuxteco.

Cuartetas, seguidillas, quintillas, sextillas y décimas, a más de los estribillos, dan cuenta de la vastedad de la obra del trovador, sin duda mayor que la recogida en el volumen comentado, que muy probablemente incluye no nada más escritos de su autoría sino asimismo transcripciones de coplas tradicionales, material que el poeta, cuando ya ciego, dictaba a su esposa Catalina y a su hija Juana.

Don Juan, abarrotero, quizá como otros de sus contemporáneos, vendía sus versos (aquí sinónimo de coplas) a los cantadores que se lo solicitaban y que debían aprenderlos de memoria no sólo para cantarlos cual mejor se debe, sino también por la voluntad del autor:

–¿Te los aprendes o nada más los vienes a comprar?

–No. Yo me los aprendo…

La curiosidad de Alec Dempster lo llevó a averiguar sobre el trovador y músico (González), a quien llama el poeta de los cantadores y a dar con el librito que mi papá dejó, que habla muy bonito (Juana Llanos), y al cual lamentablemente, por el espacio, no nos será posible abordar directamente en esta entrega. Pero dejemos claro que el título de poeta se reservaba para quienes soltaban versos al vuelo, al aire, a los improvisadores (como refiere, citado por González, Andrés Bernardo Moreno) de mente fresca.

Hasta la próxima.